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jueves, 23 de agosto de 2012

Intraterrestres: La Cueva de los Tayos Parte 1

POR: Débora Goldstern©


Este Capítulo corresponde a "Cueva de los Tayos: Morada de Hombres Sabios", de pronta aparición

PARTE 1


Marie-Therése Guinchard y Pierre Paolantoni son dos investigadores franceses que en la década de los 70’ recogieron sus experiencias de una entrevista realizada con Moricz en un raro libro, Los Intraterrestres Existen.

El trabajo de los franceses es importante porque es una de las pocas oportunidades donde Moricz, que en el libro está camuflado bajo el nombre de Yan, se explaya acerca de las motivaciones que lo inspiraron a emprender la búsqueda de los tesoros escondidos en las profundidades.



Antes de introducir al lector en el relato, se hace necesario mencionar algunas incongruencias detectadas. Por ejemplo: no hay especificación en cuanto fechas, solo algunos supuestos o precisiones vagas. Tampoco resulta muy clara la posición adoptada por Juan Moricz de negar su identidad; y por último la introducción del factor ufológico-intraterrestre que agrega más confusión a la narración. A pesar de estas alertas, el libro resulta válido y es un testimonio que merece ser conocido.

Desde los primeros capítulos lo autores señalan el “carácter fantástico de la historia”, que es contada en tercera persona por Yan, “arqueólogo húngaro, venido directamente de su país natal para poner al día el fabuloso tesoro de Atahualpa, el inca vencido, traicionado, asesinado por las hordas españolas del siglo XVI”.





“Vuelvo sobre mis pasos, consciente de la dimensión de mi descubrimiento, Decido pues hacer todo lo necesario para explorar a fondo la ciudad bajo los Andes, pero con el material y el equipo requerido para una empresa de tal naturaleza”

“Necesité un mes para volver a la ciudad // Informé a mis amigos del fabuloso descubrimiento y les expliqué la urgente necesidad de organizar una expedición, con víveres, luces portátiles, armas, etc ... El costo de la operación, las dificultades de acceso al lugar, los peligros conocidos y desconocidos, hacían vacilar a todos aquellos en los cuales confiaba // Quedaba pues, desesperado en la misma puerta de lo desconocido sin poder entrar cuando José (el abogado)[1] aceptó ayudarme. Ciframos el costo de la expedición y gracias a él logramos reunir el capital. // Para preservar la paternidad de mi hallazgo, hay que oficializarlo. Sin esperar otra cosa que un apoyo moral, pedí audiencia a los Ministros de Cultura y Turismo.

// “El descubrimiento de una civilización subterráneo no sería divulgado oficialmente hasta no tener las pruebas irrefutables, palpables de su existencia, por ejemplo, con objetos, documentos o fotografías que atestiguaran la autenticidad de mi relato. Solo entonces, las autoridades organizarían una nueva expedición //
Este descubrimiento será el suyo – me dijo el Ministro de Cultura – pero no las grutas, puesto que encontrándose en nuestro territorio, incumbe a nuestro gobierno decidir su explotación.


Se entiende que sabremos recompensar sus servicios en su justo valor. En el fondo no me creía, pero no quería correr el riesgo de pasar al lado de lo que podría ser una fortuna para el estado. Su representante insistió mucho en que la operación se organizara con la mayor discreción, sin llamar la atención de un poderoso país vecino y de los periodistas en busca de noticias sensacionales “.

Después de 10 días de caminata por la selva junto al “abogado”, Moricz, arriba a la Jibaría de sus amigos. Allí tiene una entrevista con el gran jefe de la aldea a quién ruega para que permita que su hijo, Genaro, lo guíe hasta las cuevas como la vez anterior.

“El orgullo del viejo cede ante la evocación de sus ancestros que le digo, hallarían cobarde a su hijo comparado conmigo, puesto que estoy dispuesto a arriesgar la vida por encontrar la civilización subterránea. Nos advierte los peligros que vamos a correr y nos cuenta la historia de los intraterrestres, tal y como la aprendió de su padre”.[2]

“Los habitantes de las cavernas son Dioses – afirma- Han dominado la fuerza de la tierra y la del sol. Poseen el rayo que mata con el que puedes perforar las montañas. Su reino se extiende más debajo de las raíces de la selva virgen, Mi padre ha visto cuando andaba cazando, abrirse la tierra y elevarse al cielo una estrella brillante. Nunca llegaréis al lugar sagrado si las sombras que lo habitan no quieren.


El sabio anciano miró largamente el fondo de mis ojos y colocó sus dos manos sobre mi pecho. Sólo tú podrás oír sus voces. Tú, sólo, pues conoces la lengua de nuestros padres. Pero ten cuidado con los que tus ojos van a ver. No podrán soportar el resplandor de los metales que brillan como el fuego. No debes tocar nada. No debes llevarte nada, ni un átomo de ese metal de fuego aunque creas que estás solo, sus miradas te seguirán a dondequiera que vayas”.

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